martes, 3 de septiembre de 2013

Todos los Dalí de un sólo parpadeo.























Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
27 de abril – 2 de septiembre de 2013

Un grupo de comisarios del Centre-Pompidou encabezados por Jean-Hubert Martin con la colaboración de Montsé Aguer de la Fundación Gala-Dalí de Figueres están detrás de la que ha sido la exposición del año en Madrid. Estas muestras blockbuster son una aspiración, confesada o no, de todos los centros expositivos. Esperar cinco minutos y merodear en una danza mitad moscardón estival, mitad marcaje de baloncesto hasta conseguir ver cada cuadro no es la condición ideal para la contemplación. Pero ha sido la única hasta las 11 de la noche del lunes 2 de septiembre en que se echó el cierre a esta panoplia de Dalí. El subtítulo, tomado de su famoso texto de San Sebastián (1927), escrito en la época de descubrimientos y deslumbramientos creativos con Federico García Lorca, describe bien la intención y los logros de esta exposición. No pretendía profundizar en ninguna de las numerosas etapas quemadas en su trayectoria artística pero recogía muestras de cada una a modo de menú de degustación. Ha conseguido superar así el binomio único Dalí-surrealista, no sólo a través de las afirmaciones del propio Dalí refiriéndose al surrealismo como al caldo nutricio de partida que luego abandonó, sino por el testimonio  que supone su propia obra posterior. Esta exposición pretendía rescatar a Dalí de las condenas “avida dóllars” de Breton o el pintor “pompier” al decir de Ernesto Sábato entre otros. Y presentarlo a nuevas generaciones en lo que tenía de investigador, de rastreador de innovaciones estéticas y en el alcance que supo procurar a sus creaciones. La etapa de la Residencia, de los “putrefactos” y el germen del surrealismo ibérico debe profundizarse luego en las aportaciones inestimables de Rafael Santos Torroella o la etapa americana en la exposición para el propio MNCARS titulada Dalí, cultura de masas, comisariada por Félix Fanés en 2004.
Esta exposición es estimable como punto de partida global del artista, imbricando bien no tanto sus escenografías como sus colaboraciones con el cine con Buñuel, Hichcock o Walt Disney, la publicidad y la ilustración editorial. Fueron muy apreciadas las salas dedicadas a su etapa mística y nuclear y sus inquietudes por la ciencia de la estereoscopia y la holografía que produjeron artefactos que han hecho a los visitantes repetir dentro del museo las colas generadas fuera antes de su ingreso.
Pero sobre todo queda muy reivindicado el Dalí de los años treinta. Y no sólo por esa escultura pintada a lo Magritte que es el Retrato de Joella (1933) del propio MNCARS. O ese espléndido Busto retrospectivo de mujer (1933) del Museo Botero donde se incluye una gargantilla de fotograma, un tatuaje en el pómulo de hormigas negras testimonio de su fascinación por los libros de entomología de Fabre, el tocado con el pan resultante del trabajo de los dos campesinos de El Ángelus de Millet equilibrado con las mazorcas de maíz. El rescate fundamental de los años treinta son sus pinturas en tonos terrosos, sus osificaciones y petrificaciones de elementos naturales que le relacionan con el surrealismo ibérico propugnado por la Escuela de Vallecas y afines. Se pudieron ver algunas piezas del Dali Museum of St Petersburgh (Florida) que justificaban por sí solas acudir a esta exposición. Y en último término la abundante producción dedicada por él a expresar su dolor y rechazo por la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
Dalí ha quedado vindicado así como un maestro de su oficio que a pesar de su faceta de showman contenía en sí mismo toda suerte de profundidades culturales y estéticas. 
Si acaso cabe lamentar que además de París y Madrid otros enclaves hayan podido beneficiarse de esta panorámica daliniana, que no se haya procurado una itinerancia más dilatada.

Amelia Meléndez.